En el año 711 se produce la invasión árabe de la Península Ibérica. A su paso por Nertóbriga, en su camino hacia Zaragoza, las tropas de Muza ocuparon Nertóbriga.
Si por algo destaca este municipio zaragozano es por su pasado mudéjar en la morfología de sus calles, en elementos arquitectónicos y en sistemas de riego, como las acequias.
Tras la reconquista de Alfonso I en el 1120, la tenencia de Ricla estuvo, entre otros, en manos de Ato Orella, Lope López, Arnal Mir y García Ortiz de Alberto. Es en esta época cuando el pueblo quedó dividido en dos zonas diferenciadas. La parte alta es ocupada por los moros y la baja por los cristianos. El muro que dividía la población tenía dos puertas que estaban abiertas durante el día y se cerraban por la noche. Aún se conserva el arco de una de las dos puertas, el Arco de San Sebastián, situado en la calle de la Hombría.
En 1394, el rey Martín I donó la villa de Ricla a su cuñado D. Juan López de Luna en agradecimiento por sus servicios prestados. La casa de Ricla fue considerada como una de las ocho grandes Casas nobiliarias de Aragón por Carlos I.
Durante siglos en las calles de este pueblo convivieron musulmanes, cristianos y anteriormente judíos, hasta 1610, año de la expulsión de los moriscos en Aragón. La expulsión hizo que la localidad quedara prácticamente despoblada. Este hecho obligó a traer nuevos pobladores, cuarenta y cuatro familias que se encargaron de llenar el vacío dejado por los riclanos expulsados.